Está en el Cabo de Gata, aquí al lado, este pecio está a unos 40 metros de profundidad ( desde los 28 metros de la parte más alta de la cubierta, hasta los 41 de la proa), y todavía no lo he visto, no tengo perdón. Con este vídeo yo solo me pongo los dientes largos, a ver si me sirve para visitarlo este veranico. Es impresionante, que sensación de tranquilidad hummmmmmmm.
El barco se hundió en 1.928 y desde entonces ha dado lugar a una explosión de vida submarina ya que su estructura
sirve de refugio y soporte para innumerables especies sensibles:
esponjas y espirógrafos entre otros. Los peces que se pueden ver bajo
las aguas son también numerosos: Dentones, sargos, corvas, abadejos,
meros, congrios, morenas y un sin fin de esepcies tipicas del
Mediterráneo.
Y yo sin ir
Hay dos cosas que me preocupan, 1º El paso continuo e implacable del tiempo ante el cual nada se puede hacer y 2º Durante el paso de este tiempo hay que buscar los recursos para SER FELIZ, la FELICIDAD debería ser el reto fundamental de cada persona y queda en un segundo plano en demasiadas ocasiones.
miércoles, 27 de marzo de 2013
La piedra de los meros en La Isleta
lunes, 25 de marzo de 2013
Ya hace un año
El pasado viernes se cumplió un año desde que mi amigo y compañero Alfonso me dió la fatal noticia. Esteban acaba de dejarnos. Un año que a ratos se hace una eternidad y a veces siento que ha sido un instante.
Un recuerdo de su blog, en que él mismo, se desnuda, en lo que cada vez me parece más una simple forma de encarar una fatal premonición.
Es simple, en muchas ocasiones, no se si demasiadas, echo de menos a UN AMIGO.
Del Blog de Esteban:
Un recuerdo de su blog, en que él mismo, se desnuda, en lo que cada vez me parece más una simple forma de encarar una fatal premonición.
Es simple, en muchas ocasiones, no se si demasiadas, echo de menos a UN AMIGO.
Del Blog de Esteban:
Ingravidez
Hace unos días que no os escribo. Me sobrecoge hablar sobre un tema que, sugerido en una película, la última de Clint Eastwood, siento como aquello hacia lo que de manera inevitable camino y que trato de conjurar del modo más infantil: no pensando en ello. Este es el recurso que la todopoderosa sociedad ultramoderna deja a aquellos a los que no se nos ha concedido la fe. Nada en la educación recibida que nos prepare, si quiera que nos haga conscientes, de nuestra finitud. Nadie quiere oír hablar de ella. Ni siquiera los textos de la educación secundaria la tratan de frente. ¿Por qué ensombrecerles el día a nuestros púberes? Sigamos deshistorizando sus “frágiles” vidas permitiéndoles pensar que todo lo pueden con solo desearlo. Vivimos como si la muerte hubiera desaparecido de nuestro paisaje social y mental. Sólo las catástrofes de menor o mayor magnitud ponen a prueba el esquema de inconsciencia con el que pretendemos vivir; nos hacen descubrir nuestra miseria –todavía no se ha hecho prácticamente nada en Haití-, pero también la soledad a la que nos abandonan, terreno propicio de toda suerte de negocios que prometen el reencuentro. Si como Eastwood sugiere, y yo comparto, la muerte es la entrada en la ingravidez de las sombras, también como él creo que la maldición de estar entre ellas puede ser conjurada por el amor, ese “ciego” sentimiento que a través de la memoria nos ata a la tierra y a la vida.
El comentario tampoco tenía desperdicio
Anónimo7 de febrero de 2011 00:49
Si
me lo permite, le diré que estoy ante una entrada ÉPATANT, y si me lo
permite aún más, se lo diré con unos versos de A. Machado a los que me
ha devuelto la lectura de su estupendo texto:
Morir... ¿Caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca he sido:
uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?
Afortunados sus alumnos, si usted les ayuda a reubicarse en la propia y común finitud de los humanos.
Fortuna y amor para usted y los suyos.
ÉL.
Morir... ¿Caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca he sido:
uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?
Afortunados sus alumnos, si usted les ayuda a reubicarse en la propia y común finitud de los humanos.
Fortuna y amor para usted y los suyos.
ÉL.
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